La crisis de los partidos políticos y el Perú del bicentenario

Introducción

El Perú llegó a la celebración de su bicentenario como República en medio de una de las mayores crisis institucionales de su historia. Entre el 2016 y el 2022 se han sucedido seis presidentes; tras la vuelta a la democracia, hasta ese 2016, cuatro presidentes, incluyendo el gobierno transitorio de Paniagua, habían tenido una transición democrática, no exentas de crisis permanentes durante todos estos años. No solo el sistema presidencialista ha entrado en crisis; durante los años mencionados entre el 2016 y el 2022 se han sucedido tres Congresos en medio de una alta desaprobación ciudadana, llegando el presente parlamento a registrar hasta 90% de desaprobación. ¿Qué ha pasado entonces? ¿Por qué el retorno a la democracia a inicios del nuevo siglo no ha significado una renovación de nuestro sistema político y el fortalecimiento de nuestra democracia? ¿Qué retos presenta el Perú del Bicentenario para superar la profunda crisis política y de representación que atraviesa?

Para responder estas preguntas es necesario asumir ciertos enfoques que nos permitan ver el problema no como un fenómeno aislado en la vida del Perú, sino como resultado de ella misma. Así, el enfoque historicista es el principal del que nos serviremos para intentar algunas respuestas iniciales; también es necesario un enfoque sociológico y antropológico que nos ayude a mirar que no es solo una crisis política, sino que detrás de ella pervive una crisis de la nación peruana o de las diferentes naciones que viven en ella; finalmente un enfoque constitucionalista podría acercarnos a revisar hasta qué punto el actual pacto social que tiene el país, responde a las necesidades del Perú del Bicentenario.

Pensamiento en la década de los sesenta

Augusto Salazar Bondy, en los albores de los años sesenta, decía que “el Perú contemporáneo nace en los últimos quince años del ochocientos” refiriéndose al período de guerra y de post guerra del pacífico, ocurrido casi un siglo atrás. En efecto, es en aquellos años que en el Perú se empiezan a desarrollar las ideas que darían vida a las ideologías y partidos políticos que dominarían el escenario nacional durante casi todo el siglo XX, “una psicología colectiva teñida de desencanto y amargura y a la vez afanosa de nuevas razones para esperar es la levadura del proyecto de la vida nacional que comienza a animar en esos años los esfuerzos de la comunidad peruana”, sentenciaba Salazar Bondy.

La discusión de las ideas que realmente tratan sobre el Perú y que más tarde se organizarían en partidos políticos tienen su inicio en este tiempo. La república que se había iniciado con la Independencia en 1821 conoció hasta entonces de un período militarista con gobiernos que se sucedieron tras disputas de caudillos militares y de cierta aristocracia nacional heredera del Perú colonial, una clase que Mariátegui había llamado de propietarios más que una clase capitalista y que en suma había mantenido en el Perú todos los defectos de la colonia.

Postulado postivista de Gonzáles Prada

Manuel Gonzáles Prada es el iniciador del pensamiento genuinamente peruano, en su amplia producción de libros y artículos se definieron los grandes lineamientos no solo para criticar al Perú feudal y aristocrático al que acusaba de ser responsable de la derrota de la guerra con Chile, sino del Estado que generaba las grandes desigualdades entre una república de criollos y una república de indios. Para Augusto Salazar Bondy Gonzáles Prada “creía que el fondo moral y humano del pueblo peruano permanecía intacto, que existía en él una virtualidad salvadora, intocada por una servidumbre de siglos. El obrero, el campesino indígena, el hombre de clase media son, para nuestro pensador, las fuerzas vivas del Perú del mañana. En cambio, la clase dirigente es la negación de ese futuro”.

Con Gonzáles Prada se inicia lo que unas décadas después decantaría en los partidos de masas que tendrían actividad durante el siglo XX. Víctor Raúl Haya de la Torre daría nacimiento al APRA y funda la izquierda no comunista, mientras que José Carlos Mariátegui fundaría el partido socialista y con él la izquierda marxista-comunista.

Pensamiento liberal a finales del siglo XX

Existe por otro lado un pensamiento liberal, la generación del 90 fue la generación de Riva Agüero, Víctor Andrés Belaunde, Oscar Miro Quesada, Francisco García Calderón, entre otros. Dominados bajo el contexto positivista, este grupo se erige bajo dos principios que guiaran sus reflexiones: el rescate del aporte andino y el sentimiento de Nación. Sobre éstas reflexiones se erigirían las bases para partidos como Acción Popular.

La derecha en el Perú seguiría de alguna manera anclada a líderes militares como Sánchez cerro y a sectores de la aristocracia limeña como Prado y tendrían en el partido Unión Revolucionaria primero y luego en el Partico Popular Cristiano PPC su mayor expresión en el siglo XX.

En los años posteriores, tanto en el lado de la izquierda como de derecha se generaron una serie de divisiones, cambios y alianzas, pero en general se mantenían las líneas doctrinarias que definían con cierta claridad los programas e idearios de los partidos políticos.

Entre finales de los ochenta y la década de los noventa, se empezó a evidenciar un agotamiento de lo doctrinario al interior de los partidos políticos y empezó a primar un sentido más pragmático dentro de sus filas. Manuel Lajo empezaba a hablar por aquellos años de la necesidad de refundar la política en el Perú desde una lectura que ponía en cuestión la naturaleza misma del Estado y de la República. “El sistema político y sus partidos expresan en el Perú un Estado Criollo, que excluye a las mayorías desde la colonia. Los intentos por convertirlo en un Estado-nación moderno (el velasquista fue el más vigoroso) fueron valiosos pero insuficientes. En el umbral del siglo XXI el Perú no es una nación consolidada. Por eso no puede tener un Estado que priorice los intereses comunes de los particulares, renovar la política, sin superar el Estado criollo y consolidar la nación solo prolongará la larga agonía de un régimen político caduco”:

Crisis política en el Perú del Bicentenario

La cuestión del Estado-nación ha sido tratada desde vistas particulares por académicos como Julio Cotler, José Matos Mar y Flores Galindo, entre otros, quienes buscaron dar respuesta al Perú de finales del siglo XX que tuvo en el gobierno militar revolucionario del general Juan Velasco Alvarado un antes y después en la mirada de su composición social. En suma, éstos autores mencionados, de alguna manera definían que las grandes transformaciones sociales ocurridas en el país no fueron parejas de cambios políticos que permitieran un nuevo ejercicio y una renovada imaginación de la comunidad.

Quizá, esta sea la cuestión de fondo por la que en el Perú del bicentenario la crisis política no encuentra respuestas en el actual sistema de partidos y desemboca en la crisis de los mismos. La afirmación de Manuel Lajo tiene mayor sentido si se piensa en la contraposición Estado criollo y Estado plurinacional. Si Gonzáles Prada hablaba de una República de criollos y una República de indios, hoy hablamos de pensar en un Estado plurinacional en un país que tiene 54 naciones, 51 de ellas amazónicas. Si vemos la representación partidaria expresada en el Congreso de la República, es evidente que la mayoría de naciones que conviven en el Perú no se siente representada.

Durante el primer centenario de la República a partir de Gonzáles Prada y pensadores jóvenes como Haya, Mariátegui, Riva Agüero, entre otros, organizaron en ideas y en doctrinas y luego en partidos políticos una aproximación del Perú que hasta ese momento tenía en lo criollo y en el incipiente conocimiento del mundo quechua y aymara, hoy ese sistema político resulta insuficiente para la organización de un país que se sabe mucho más diverso.

Así la crisis política se entiende más en la crisis misma de la naturaleza del Estado y que se ha expresado en los últimos resultados electorales que evidencian una ruptura entre el Perú costeño, sobre todo Lima, y un país rural sobre todo hacia el sur del país. Los partidos políticos no están discutiendo esta cuestión central y el desgaste los ha llevado a constituirse más en marcas para la postulación de cargos que en instituciones que dan una respuesta para el país posterior al bicentenario.

Para ello se demanda un nuevo contrato social desde diferentes sectores, sobre todo las organizaciones sociales que acusan la poca representatividad de las últimas autoridades del gobierno y del parlamento. “El Perú mayoritario construye sus instituciones desde abajo y ejerce su acción colectiva sin subordinarse a minorías encaramadas en el poder desde la colonia” afirmaba el propio Manuel Lajo.

Conclusiones

En esta breve aproximación para dar respuestas a preguntas que de alguna manera todos nos hacemos mientras observamos un nuevo capítulo de la crisis política y de la crisis de los partidos en el Perú podemos concluir que los partidos en el Perú han entrado en una crisis doctrinaria para dar respuestas a los retos del Perú del bicentenario, en tanto que los partidos que marcaron de alguna manera la vida política nacional del siglo XX se sostenían en ideas y doctrinas claramente establecidas y que fueron producto de las ideas de grandes pensadores, la mayoría de estos partidos y doctrinas entraron a un período de agotamiento en las últimas dos décadas del siglo y luego de ellas no ha habido ocasión de una nueva interpretación para un Perú que es otro después de la reforma agraria y de las grandes migraciones del campo a la ciudad de los años sesenta y setenta.

Durante estas décadas, desde la sociología se empezaba a mirar el fenómeno de una nueva realidad y composición social para el país que la partidocracia no asumió como tarea. La guerra interna y el fujimorismo acaso sean dos elementos que pueden explicar esa desatención que hoy los partidos no estén generando discusiones doctrinarias y se hayan convertido en máquinas pragmáticas para momentos electorales.

Así el Perú del bicentenario requiere de nuevas respuestas y de nuevas tareas en su interpretación del país que somos y del que queremos ser. Si el viejo sistema político resulta caduco para dar estas respuestas no será posible solo con reformas políticas que pueda solucionarse este problema de representatividad, requerimos acaso un nuevo contrato social que defina el carácter plurinacional de nuestra República o seguiremos adoleciendo de una fractura que podría llevarnos a un peligroso callejón sin salida.



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